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21 septiembre 2005

| El laberinto alemán, Europa y España |


@ Editorial ABC (www.abc.es)


Si antes de las elecciones la situación alemana era compleja, ahora todavía más. De hecho, Alemania parece haber renunciado a mirar hacia adelante guiada por el deseo de asumir las responsabilidades que le corresponden por su peso económico y su dimensión política dentro de Europa. Lo sucedido en Alemania nos sitúa en el peor de los escenarios: el de la incertidumbre y la inestabilidad; al menos mientras no se dilucide quién formará gobierno y sobre la base de qué coalición y bajo qué compromisos.Alemania ha dicho lo que piensa sobre sí misma y su respuesta no ha sido precisamente clara. La compleja fisonomía política puesta sobre la mesa exterioriza la confusión de fondo que pesa sobre el electorado. En este sentido, la derrota dulce de Schröder y la victoria pírrica de Merkel colocan a Alemania en una difícil encrucijada. El importante fortalecimiento de los liberales del FDP por un lado y, por otro, el mantenimiento de los Verdes y el inquietante ascenso de una izquierda retardataria que agrupa a las huestes de Lafontaine con los rescoldos totalitarios de los poscomunistas del SPD, proyectan más sombras que luces a un escenario político en el que ni siquiera la hipótesis de una «gran coalición» CDU-SPD despeja las numerosas dudas que gravitan sobre el futuro político de Alemania. En cualquier caso, y como fuerza vencedora en número de votos, la talla política de Merkel se pone a prueba a partir de ahora, para ver si en un ejercicio de alta política consigue sacar petróleo de una victoria insuficiente. Hay notorios ejemplos en el panorama europeo.Después del resultado del domingo, las reformas sociales y económicas en marcha quedan pendientes de un gobierno plenamente consciente de hacia dónde quiere conducir el país. Algo que, sea quien sea el que asuma la responsabilidad de gobernar, no abordará del todo, ya que existen notables diferencias entre los partidos que pueden llegar a formar cualquiera de las hipótesis de gobierno, incluso si ésta finalmente es la de una «gran coalición». Así las cosas, la Alemania salida de las urnas parece decidida a encerrarse en un complejo laberinto.Los problemas que para Europa supone la consolidación de una Alemania ensimismada no son de menor tamaño. Por un lado, proyecta sobre el continente las sombras de su laberinto debido a la centralidad que desempeña en el seno de la UE. Por otro, disloca definitivamente la viabilidad del llamado eje franco-alemán ya que, a la debilidad política que exhibe Francia tras el referéndum sobre la Constitución europea, se añade ahora una Alemania que tendrá que localizar la mayor parte de sus energías sobre ella misma, a la espera de que el escenario político interior vaya decantándose con el tiempo. De este modo, que Berlín se vuelque sobre su propia estabilidad daña extraordinariamente las posibilidades de reactivación institucional de la Unión tras el varapalo sufrido con los referendos de Francia y Holanda.Con el eje en baja forma y con el proyecto europeísta articulado en torno a la derrotada Constitución europea en vía muerta, la situación no puede ser más complicada. Máxime cuando todo esto sucede durante la presidencia británica y la negociación definitiva de las Perspectivas y los Presupuestos de la UE están todavía pendientes de discusión. Precisamente en esta difícil coyuntura, España corre el riesgo de verse seriamente perjudicada en sus intereses nacionales. Si no despliega una estrategia diplomática inteligente que le permita atajar con habilidad y prontitud el peligro de ver reducida su voz en una UE sin horizontes definidos y con demasiados intereses nacionales en liza, nuestro país puede quedar condenado a ejercer un pobre papel. Sin aliados firmes dentro de la UE y sin anclajes exteriores más allá de ella (salvo esas estrafalarias alianzas tropicales) la política internacional de Zapatero puede así exhibir de repente todas sus debilidades.Particularmente inoportuna en las actuales circunstancias de incertidumbre sobre quién será al final el canciller es la entrada en el asunto del presidente del Gobierno español, que se dedicó ayer a desacreditar el resultado y el papel de Merkel y a alabar con todo tipo de ditirambos a Schröder. De nuevo, las prisas y los apriorismos que tan nocivos han resultado para los intereses de España.



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