El Editorial Digital

 

 

 

 

 

23 septiembre 2005

| Abrir el grifo a los verdugos y cerrárselo a las víctimas |


@ Editorial Libertad Digital (www.libertaddigital.com)


No contento con su disposición de saltarse a la torera el Estado de Derecho con una negociación con la banda terrorista ETA, el gobierno del 14-M ha decidido no dar a la Asociación de Víctimas del Terrorismo ni un solo euro de los más de 96 millones recaudados a través de la casilla de la declaración de IRPF señalada como “otros fines de interés social”.
La AVT enmarca justamente este último episodio en "la campaña de acoso y derribo contra la AVT, que hace algo más de un año emprendió el Gobierno socialista", mientras recuerda el "triste precedente" del año 1992, "cuando la por entonces ministra Matilde Fernández, denegó a la AVT esta misma subvención alegando que los objetivos de la asociación no eran de interés general ni tenían carácter prioritario'”.

La explicación de Jesús Caldera no ha sido tan descarnada como la dada por la anterior ministra socialista, pero, ciertamente, no resulta menos hiriente ni falaz. Así, el ministro ha justificado la denegación por “la limitación de crédito existente para atender la totalidad de los programas solicitados”. Evidentemente, los recursos son limitados, pero lo que se trata es de establecer prioridades, y pocas asociaciones concitan tanto interés social como las víctimas del terrorismo. Por otra parte, no menos mezquino es referirse a “las otras vías” con las que el Ministerio subvenciona a las víctimas, cuando el gobierno del 14-M lo que ha hecho es transferir parte de esos recursos a otras asociaciones mucho menos representativas que la AVT y, sobre todo, mucho menos coherentes y firmes a la hora de defender la memoria, la dignidad, y la justicia de las víctimas, ante la determinación del gobierno de negociar con los verdugos.
Y, ciertamente, es una indignidad que, mientras el gobierno ha restablecido las subvenciones públicas a los proetarras, gracias a su negativa a aplicar la Ley de Partidos a los neobatasunos del PCTV, ahora trate de asfixiar económicamente a la que es, con enorme diferencia, la más representativa y coherente asociación de víctimas de nuestro país. Mientras el gobierno de ZP ha hecho completos oídos sordos a todas y cada una de las reclamaciones que le ha hecho esta asociación, los apologetas del terror vuelven a tomar impunemente la calle, vuelven a tener voz y voto en el parlamento vasco y hasta se les ofrece la impunidad de los presos y negociar la liquidación del Estatuto de Guernica.
Para colmo, no faltan medios de comunicación que, no contentos con haber silenciado la voz de las víctimas, tras el meritorio éxito de convocatoria de la manifestación del pasado día 4 de junio, vuelven ahora con su silencio a ningunear la nueva campaña de movilización que las víctimas acaban de proyectar ante las últimas noticias que revelan que ya se han dado los primeros contactos entre ETA y el gobierno de ZP.
Es más. No han faltado medios de comunicación que, sin ser de la órbita del gobierno ni del mundo abertzale, no han tenido reparos en calificar ahora de “macabros” a los representantes de la AVT por incluir entre sus movilizaciones una ruta de visitas a los cementerios donde yacen las víctimas de ETA, y cuyo primer destino será Ermua.

Lo que resulta “macabro” es la inconsistencia intelectual y la falta de sensibilidad moral y política de quienes mantienen una recalcitrante condescendencia a que un gobierno se salte el Estado de Derecho con ofertas de impunidad y de negociación política a una banda de criminales. Lo que resulta “macabro” es que quien tantas veces sirve de portavoz a los familiares de los asesinos y de sus “molestias” para visitarlos en prisión, se rasgue ahora las vestiduras por que los familiares de los asesinados apelen a su memoria, a su dignidad y a su derecho a la justicia, visitándolos en el único sitio que pueden hacerlo. En los cementerios.


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| La ‘chavización’ del poder o por qué creo que Rodríguez ha matado la esperanza |


@ Federico Quevedo (www.elconfidencial.com)



No sería sincero si no les reconociera que estos días hace mella en mi una cierta melancolía, producto de la cual, como le ocurría a Fígaro en sus paseos por las calles de Madrid, la ciudad se me apetece como un gran cementerio en el que las máquinas de Ruiz-Gallardón cavan los nichos, donde cada calle es el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo. Y no es esto consecuencia de la megalomanía urbanística del señor alcalde, por mucho que quiera dejar la capital más bonita que un San Luis a costa del sufrimiento universal, sino del convencimiento cada vez más insondable de que lo mucho que hemos ganado en años de lucha por la libertad corremos el riesgo de perderlo, de dejar que se escabulla entre los dedos de nuestras manos como la fina arena de una playa, por la culpa consciente de un presidente adicto a los modos del absolutismo y el absentismo de una multitud indiferente a todo.
Rodríguez se hace fuerte en la contrariedad. Mi admirado Raúl del Pozo me lo describía el miércoles de forma concisa, como debe ser: “El PSOE está dividido de muerte y el PP hundido”, y sobre ese vacío nuestro Chávez particular se crece, porque la adversidad que le rodea hace fuerte su ímpetu intervencionista y autoritario, su afán disgregador, su ansia rupturista, su alma iluminada por un historicismo ramplón y pendenciero. Si a eso se agrega que la acera de enfrente –y no lo interpreten, por favor, de forma retorcida- se ha convertido en un reino de taifas, el espectáculo de nuestra política nacional no puede ser más dantesco. Mariano Rajoy es un político inteligente, de principios, y con una cabeza muy bien amueblada sobre los hombros. Lo digo como lo creo. Pero adolece no sé si de una cierta indolencia o de un exceso de galleguismo, lo que le llevan a presentarse como un bombero apagando fuegos en lugar de un timonel empuñando con mano firme el timón de su nave.
Y no es baladí que haga este comentario, porque el fortalecimiento de una democracia exige la presencia constante y consistente de una alternativa en la que confiar nuestro futuro y nuestro caminar en libertad, aunque sea para recorrer caminos que no conduzcan a ninguna parte y hacerlo con los pies destrabados para andar todo cuanto nuestras fuerzas nos permitan. Y, en esa tesitura, darle armas al enemigo se antoja un tanto inocente por más que quiera venderse como un ejercicio de coherencia, sobre todo cuando la coherencia puede ejercerse sin necesidad de hacerse la foto a las puertas del Tribunal Constitucional.
Rajoy ha nadado estos días en las turbulentas aguas de un error tardío (“¡si se hubiera hecho en junio, otro gallo nos hubiera cantado!”) y la necesidad de dar fe de su mando en plaza frente a quien esconde su ortodoxia moral tras una supuesta ‘progresía’ que no es más que juego sucio en un tablero de ajedrez en el que el rey parece que no manda y no hay reina que le cubra las espaldas. Con ese telón de fondo, el Gran Teatro del Mundo y su representación nacional se vuelve tragedia en la que el protagonista, Rodríguez, parece dispuesto a privarnos del privilegio de nuestro destino, aunque éste sea llegar a la nada por entre ríos de sangre, pero hacerlo con la libertad de caminar, porque tan esclavo es el que caminar no puede, como aquél a quien fuerzan a andar cien leguas en un día.
Quiero decir que Rodríguez ha hecho del ejercicio del poder una ambición personal en la que igual para los pies de quienes ejercen la discrepancia mediante el abuso –tan primitivo como la política- de la difamación y la mentira, como nos hace tragar con ruedas de molino y caminar con los pies trabados por los senderos de su particular visión de lo que es España y en lo que quiere convertirla. El inquilino de la Moncloa carece de lo mismo que aprecio en el líder de la oposición, y el segundo, por su parte, de ese instinto asesino que el primero ejecuta con despiadado talante y que le convierte en alma gemela de los líderes revolucionarios latinoamericanos, tal cual Chávez o Daniel Ortega, el próximo a quien veremos gozar de los favores de nuestra diplomacia casposa y bananera.
El drama escrito por Rodríguez con letras falaces no deja de ser un contrasentido, un insultante sofisma. Ni es posible otra nación que la que años ha construimos a fuerza de perder muchas vidas en la defensa de la libertad, ni es ético ni moral ceder al chantaje de quienes han hecho del sufrimiento ajeno y de la muerte una forma de vida, ni es democrático ambicionar el control de lo público y lo privado sin que se resientan las estructuras más firmes del Estado de Derecho, ni es propio del buen Gobierno ejercer el poder mirando sólo a los intereses de las minorías. He venido trayendo a Fígaro como fuente de inspiración, y temo, como él, haber encontrado en el corazón otro sepulcro: “¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza!”.




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22 septiembre 2005

| Dar a los afganos lo que se negó a los iraquíes |



@ Editorial Libertad Digital(www.libertaddigital.com)


Se comprende que Zapatero haya querido dejar en un segundo plano su obligación de dar cuenta de la participación militar española en Afganistán, donde murieron 17 militares españoles, para dar prioridad a lo que ha sido la reciente cumbre de la ONU y, sobre todo, a su anuncio sorpresa de que en los Presupuestos habrá una partida de 656 millones de euros en ayuda al desarrollo. La vacua jerga de la “alianza de las civilizaciones” o la demagogia tercermundista a costa del contribuyente, es para el presidente del gobierno del 14-M mucho menos problemático que decir la verdad sobre la arriesgada labor que está desempeñando nuestra incrementada presencia militar en Afganistán, en general, y sobre la reciente muerte de nuestros soldados, muy en particular.
Rajoy ha sabido, no obstante, desenmascarar, en un espléndido discurso, la falta de información de Zapatero sobre la tragedia sufrida en Afganistán y su intento de que pase desapercibida con su palabrería evanescente. Como ha denunciado el líder popular, por mucho que Zapatero hable de lucha contra la pobreza, de misión “humanitaria” o de “paz”; por mucho que el presidente hable del “cuento de Caperucita, pero sin lobo”, lo cierto es que en Afganistán se corren riesgos en un combate contra el terrorismo islámico que trata de abortar la transición democrática en aquel país.
Aunque el brillante discurso de Rajoy ha servido para mostrar la hipocresía del lenguaje de ZP, no hubiera estado de más que el líder popular la hubiera dejado todavía más en evidencia equiparando las intervenciones de nuestros soldados en Afganistán y en Irak. Es cierto que Rajoy le ha dicho a ZP que “el incremento paulatino y constante de efectivos españoles en ese país ha sido un intento de tapar sus errores en otros terrenos”. También ha acertado al pedirle que “reconozca que muchos de los terroristas que cometen terribles atentados en otras partes del mundo, pertenecen a las mismas organizaciones y que están inspirados por la misma ideología que los que actúan en Afganistán”.
Ahora bien, que el líder del PP no haya pronunciado una sola vez la palabra “Irak” es llevar demasiado lejos esa, ya de por sí, nefasta tentación de “no mirar al pasado”. El lenguaje tramposo con el que ZP trata de edulcorar la realidad, no es sólo un intento de tener contentos a sus socios, como ha dicho Rajoy; es también un intento de no dejarse a sí mismo en evidencia cuando ofrece al pueblo afgano lo que ha negado en todo momento al iraquí.
Además, quien hizo oídos sordos a las resoluciones de la ONU, con las que ZP se sigue llenando la boca, no fue el gobierno del PP enviando tropas españolas a Irak (resolución 1483), sino el gobierno del PSOE retirándolas tras el 14-M y no volviéndolas a enviar ni siquiera después de que el propio ZP firmara una nueva resolución que, como la 1511, “insta a los Estados Miembros a que presten asistencia en virtud del presente mandato de las Naciones Unidas, incluso con fuerzas militares, a la fuerza multinacional en pro de la seguridad y la estabilidad en el Irak”.
Los complejos del PP que le tientan a no mirar al pasado sólo sirven para que el PSOE lo reescriba a su gusto. Así la reciente Ley de Defensa Nacional no tenía otro objetivo propagandístico que hacer creer a la opinión publica que, con el PP, el envío de tropas a Irak se llevó a cabo desoyendo a la ONU y al Parlamento español, cuando, en realidad, tuvo el visto bueno de ambas instituciones. Pero, claro, como el PP no quiere mirar al pasado ni siquiera para defenderse, no hay que extrañarse de que el PSOE lo explote a placer. Eso y no otra cosa ha hecho Rubalcaba y Zapatero en su réplica; una réplica que, en cualquier caso, no ha anulado ni la espléndida intervención de Rajoy, ni el fariseo discurso del gobierno del 14-M.


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| De la “floristería” a la “papelería”: el extraño caso de José Luis Rodríguez Zapatero y las banderas nacionales |


@ Editorial El Confidencial Digital(www.elconfidencialdigital.com)


Algunos que le conocen pero no parecen estimarle demasiado, comentan que el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, manifiesta un cierto desdén hacia símbolos nacionales como la propia bandera. Verdad o mentira, en el historial del jefe del Ejecutivo las banderas han sido noticia en varias ocasiones, que aquí recopilamos.


—Uno de sus primeros gestos “simbólicos” fue recibir a los presidentes autonómicos en Moncloa con la bandera española a la par que la bandera de la autonomía en cuestión. El primero en ser recibido así fue Ibarreche; el segundo, Pasqual Maragall. En aquel encuentro inicial, Ibarreche dispuso dos banderas vascas en los extremos, costumbre que inició Pujol en su día y que ha continuado en ocasiones Pasqual Maragall, por ejemplo en la última Diada.


—En la declaración institucional realizada a raíz de los atentados del 7 de junio en Londres, la única bandera que acompañaba a Zapatero era la de la Unión Europea. Este hecho llama la atención porque esta retransmisión también tenía efectos identificativos para el resto de los países donde se emitió. Así, es difícil imaginarse a Chirac sin la bandera francesa.


—Una circunstancia especialmente luctuosa fue la llegada de los cadáveres de los militares españoles muertos en Afganistán. Frente a la sobria pompa de los funerales, llamó la atención que en ningún momento se interpretara el himno nacional y que hubiese una total ausencia de banderas españolas en el aeródromo.


—En el viaje a Israel de Maragall y Carod, el embajador Eudaldo Mirapeix atribuyó a “errores de floristería” el hecho de que se hubiese arrancado la cinta con los colores de la bandera de España en la corona ofrecida a la memoria de las víctimas del Holocausto. En su lugar, se dejó sólo la cinta con la bandera catalana.


—Más recientemente, en la última cumbre de presidentes autonómicos —formato impulsado por Zapatero-, todo el material gráfico de la cumbre mostraba un círculo con las banderas de las comunidades autónomas, echándose en falta la bandera nacional. Ante las críticas surgidas, la respuesta oficial fue que se trató de un “error de papelería”. En la subsanación del error, algunos observaron que hubiese resultado más ortodoxo colocar la bandera española en un plano superior o con mayor tamaño.


—Con todo, la actuación más criticada de Zapatero con las banderas no se dio cuando era presidente del Gobierno ni tampoco con la bandera española: fue el gesto de permanecer sentado mientras toda la tribuna de autoridades, incluyendo a la Familia Real, veían desfilar la bandera estadounidense en los actos militares de la fiesta nacional.



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21 septiembre 2005

| Estatuto catalán y tregua etarra |


@ Federico Jiménez Losantos (www.libertaddigital.com)


Empieza a cundir la especie de que el próximo día treinta no habrá mayoría parlamentaria para el estatuto catalán. Yo siempre he creído que para los separatistas es mejor un estatuto que ninguno para enfrentarse a Madrid, que es de lo que políticamente viven, pero de lo que disfrutan realmente es del poder en Barcelona y cada cual entiende ese negocio a su manera, que suele ser la de fastidiar a los demás partidos. La primera prueba de lo que algunos aseguraron ya antes del verano la ha dado el diario de Polanco en su editorial del martes al cargar contra Convergencia i Unió, que sería la única responsable de que no haya estatuto. Uno creería que lo responsable para The Lord Protector of Ex-Spain debería ser precisamente eso: ahorrar un motivo de conflicto de impredecibles consecuencias. Y que, incluso en tal caso, la fuerza política responsable sería la más radical, Esquerra Republicana, la del pacto con la ETA en Perpiñán. Pues no. Se ve que Rovireche ya está dentro de la secta y tiene bula para enredar, proclamar su voluntad de Estado y de República. El resto de fuerzas políticas o simples ciudadanos que no obedezcan al guión polanquista, anatema sea y en el infierno mediático ardan.
Pero había un encadenamiento lógico entre un estatuto catalán abiertamente anticonstitucional y la rendición del Estado ante la ETA por obra y desgracia de Zapatero. Si la duodécima tregua-trampa de la banda terrorista vasca no está ya pactada y requetepactada desde hace tiempo (esperemos que no desde el 11M o, al menos, no bajo el chantaje del 11M) las fluidas conversaciones, los melifluos guiños, los abyectos y miserables compadreos de los socialistas con los criminales etarras pueden empezar a agriarse y estropearse. Limitada la estrategia zapateril al frente vasco y desactivado de momento el frente catalán, el Gobierno puede concentrar esfuerzos pero también quedar ante la opinión pública más desnudo que si fingiera luchar en las dos líneas de fuego, aunque haya sido él mismo el pirómano. No queda mucho hasta el día 30. Pero hasta entonces pueden pasar muchas cosas. Incluso que haya estatuto. Y tregua-trampa etarra.


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| Algunas claves del viaje de Rajoy a Barcelona: lo mejor estuvo en la cena, en la planta 23 de la sede de La Caixa |


@ Jesús Cacho (www.elconfidencial.com)



La intervención del lunes noche de Mariano Rajoy en el Círculo Financiero de La Caixa dejará huella. Tal es la conclusión a la que llegan tirios y troyanos, aunque por distintos motivos. En el PP se respiraba ayer cierto alivio: “Tras lo ocurrido en experiencias anteriores, en las que se fue a Barcelona a decir alguna machada –generalmente por parte de Aznar- o a halagar el oído de los catalanes, este viaje ha tenido un tono distinto. Creo que el PP nunca había hablado en Cataluña con tanta sinceridad”, asegura un notable del partido.
Por el Círculo Financiero ya había desfilado Rodríguez Zapatero, pero en aquella ocasión no hubo coloquio por expreso deseo del actual presidente. ¿Miedo o prudencia? Rajoy, en cambio, no puso ninguna pega al intercambio de golpes, a pesar de que sabía que le iban a dar duro, como así fue. Todas las preguntas iban con bala, y todas referidas al pasado reciente, a la nefasta segunda legislatura Aznar que tanto daño le hizo al PP en Cataluña. El gallego contestó a todo, aunque tuvo que recordar que él estaba allí para hablar del futuro, no del pasado.
Curioso: muchos de las cuestiones planteadas criticaban la politización que el PP ha hecho de la operación, olvidando las ayudas políticas que de origen arrastra la OPA en curso, olvidando, en suma, la otra cara de la misma moneda. Más curioso aún fue comprobar cómo nadie mencionó los riesgos que para la competencia tiene la operación. La existencia o no de verdadera competencia en el suministro energético no parece ser vista como un problema digno de mención en Cataluña.
El discurso tenía el sello personal de Josep Piqué, que se ha cansado de repetir que la sociedad civil catalana debe reaccionar ante la omnipresencia de la política en la vida pública y hasta privada de la región. La influencia de Piqué fue tan evidente que el propio Rajoy, ante la sorpresa de casi todos, reconoció en la posterior cena que nada más llegar al Prat –en primera clase de un vuelo de Iberia, como todo su séquito- había comentado su intervención con la gente del partido en Barcelona “que es la que de verdad conoce la situación”, y había decidido cambiar varias cosas, había dulcificado su discurso, en particular lo que atañe al papel que está jugando –que no está jugando, cabría mejor decir- esa sociedad civil en la locura nacionalista que nos invade.
Los jefazos de La Caixa, sin embargo, acusaron el golpe: “Sí, un Rajoy formalmente cordial y afable, pero que soltó tres o cuatro pildorazos muy duros, sobre todo porque fueron dichos en nuestra propia casa, algo que Ricardo Fornesa sinceramente no esperaba. Tal vez fuera obligado, porque eso le ha permitido volver a Madrid con la frente alta ante los halcones de su partido”.
La presencia de Rajoy en Barcelona ha coincidido con un giro del propio Piqué hacia un ámbito más españolista, más cercano al de Vidal-Quadras, después de haber intentando acercarse al tripartito formando parte de la ponencia de reforma del Estatut. Pero tal como están las cosas, con el proyecto al borde del fracaso, en una pelea en la que todos tratan de endilgar el fiasco al vecino, el PP catalán ha resuelto volver a sus cuarteles de invierno, lo que explicaría la rotundidad con que Rajoy descalificó las ensoñaciones de la elite política catalana.
Normal la ausencia de políticos de la Generalitat en el acto, pero muy significativa la de directivos de Repsol (la joya de la corona empresarial de La Caixa): ni uno siquiera por aquello de qué dirán... Y es que Fornesa y su gente parecen especialmente interesados en no contaminar a la petrolera en este gran lío, tal vez para no dar alas a quienes especulan con un segundo capítulo de la operación que daría lugar a la creación de un grupo energético de dimensión mundial.
Pero lo mejor, sin duda, estuvo en la posterior cena, con una veintena de ilustres invitados, entre ellos un par de periodistas, que tuvo lugar en la planta 23 de la sede de Caixa en la Diagonal, donde con los ánimos distendidos y relajados se habló de todo, fundamentalmente del papel de las Cajas de Ahorros en la economía española. Lo mejor, ya digo, estuvo entre los canelones de oca y la carne en salsa, pero eso se lo contaré otro día.




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| El laberinto alemán, Europa y España |


@ Editorial ABC (www.abc.es)


Si antes de las elecciones la situación alemana era compleja, ahora todavía más. De hecho, Alemania parece haber renunciado a mirar hacia adelante guiada por el deseo de asumir las responsabilidades que le corresponden por su peso económico y su dimensión política dentro de Europa. Lo sucedido en Alemania nos sitúa en el peor de los escenarios: el de la incertidumbre y la inestabilidad; al menos mientras no se dilucide quién formará gobierno y sobre la base de qué coalición y bajo qué compromisos.Alemania ha dicho lo que piensa sobre sí misma y su respuesta no ha sido precisamente clara. La compleja fisonomía política puesta sobre la mesa exterioriza la confusión de fondo que pesa sobre el electorado. En este sentido, la derrota dulce de Schröder y la victoria pírrica de Merkel colocan a Alemania en una difícil encrucijada. El importante fortalecimiento de los liberales del FDP por un lado y, por otro, el mantenimiento de los Verdes y el inquietante ascenso de una izquierda retardataria que agrupa a las huestes de Lafontaine con los rescoldos totalitarios de los poscomunistas del SPD, proyectan más sombras que luces a un escenario político en el que ni siquiera la hipótesis de una «gran coalición» CDU-SPD despeja las numerosas dudas que gravitan sobre el futuro político de Alemania. En cualquier caso, y como fuerza vencedora en número de votos, la talla política de Merkel se pone a prueba a partir de ahora, para ver si en un ejercicio de alta política consigue sacar petróleo de una victoria insuficiente. Hay notorios ejemplos en el panorama europeo.Después del resultado del domingo, las reformas sociales y económicas en marcha quedan pendientes de un gobierno plenamente consciente de hacia dónde quiere conducir el país. Algo que, sea quien sea el que asuma la responsabilidad de gobernar, no abordará del todo, ya que existen notables diferencias entre los partidos que pueden llegar a formar cualquiera de las hipótesis de gobierno, incluso si ésta finalmente es la de una «gran coalición». Así las cosas, la Alemania salida de las urnas parece decidida a encerrarse en un complejo laberinto.Los problemas que para Europa supone la consolidación de una Alemania ensimismada no son de menor tamaño. Por un lado, proyecta sobre el continente las sombras de su laberinto debido a la centralidad que desempeña en el seno de la UE. Por otro, disloca definitivamente la viabilidad del llamado eje franco-alemán ya que, a la debilidad política que exhibe Francia tras el referéndum sobre la Constitución europea, se añade ahora una Alemania que tendrá que localizar la mayor parte de sus energías sobre ella misma, a la espera de que el escenario político interior vaya decantándose con el tiempo. De este modo, que Berlín se vuelque sobre su propia estabilidad daña extraordinariamente las posibilidades de reactivación institucional de la Unión tras el varapalo sufrido con los referendos de Francia y Holanda.Con el eje en baja forma y con el proyecto europeísta articulado en torno a la derrotada Constitución europea en vía muerta, la situación no puede ser más complicada. Máxime cuando todo esto sucede durante la presidencia británica y la negociación definitiva de las Perspectivas y los Presupuestos de la UE están todavía pendientes de discusión. Precisamente en esta difícil coyuntura, España corre el riesgo de verse seriamente perjudicada en sus intereses nacionales. Si no despliega una estrategia diplomática inteligente que le permita atajar con habilidad y prontitud el peligro de ver reducida su voz en una UE sin horizontes definidos y con demasiados intereses nacionales en liza, nuestro país puede quedar condenado a ejercer un pobre papel. Sin aliados firmes dentro de la UE y sin anclajes exteriores más allá de ella (salvo esas estrafalarias alianzas tropicales) la política internacional de Zapatero puede así exhibir de repente todas sus debilidades.Particularmente inoportuna en las actuales circunstancias de incertidumbre sobre quién será al final el canciller es la entrada en el asunto del presidente del Gobierno español, que se dedicó ayer a desacreditar el resultado y el papel de Merkel y a alabar con todo tipo de ditirambos a Schröder. De nuevo, las prisas y los apriorismos que tan nocivos han resultado para los intereses de España.



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20 septiembre 2005

| Rajoy en Barcelona y en La Caixa: un grito para que la sociedad civil catalana se levante y diga "basta" |


@ Jesús Cacho (www.elconfidencial.com)


Vale el tópico de la “expectación” por una vez. Sí, había expectación ayer por oír a Mariano Rajoy en el Círculo Financiero de la Sociedad Económica de Amigos del País que acoge La Caixa en su sede de la Diagonal 629. La comparecencia, titulada España en la economía global del siglo XXI, estaba comprometida desde el mes de junio, y el líder del PP la había preparado con mimo, pretendiendo hacer de la ocasión una especie de manifiesto económico del Partido Popular y del propio Rajoy.
Así estaban las cosas cuando el 5 de septiembre irrumpió en la vida española, con el estruendo de todos conocido, el episodio de la OPA de Gas Natural sobre Endesa, una operación contra la que el entorno del Partido Popular, particularmente el que se cobija bajo la presidenta de la CAM, doña Esperanza Aguirre, ha reaccionado de forma muy beligerante.
De modo que el texto original que ayer debía leer Rajoy en Barcelona, y en el que había trabajado la gente del equipo económico de Génova, tuvo que sufrir importantes modificaciones obligadas por el episodio de la OPA y, lo que políticamente es más grave, la polémica surgida en torno al nuevo Estatuto catalán, en el que, contra viento y marea –la marea de gran parte de la población catalana que pasa del proyecto-, sigue empeñado Pascual Maragall.
Hay que reconocer enseguida que Mariano Rajoy ha mantenido el tipo, asumiendo el compromiso de lidiar este toro en plaza coyunturalmente tan incómoda para él (“puestos a elegir fecha, no podíamos haber elegido otra mejor...”) como la de esa Caixa convertida en gran acorazado industrial y financiero, impulsora de una OPA que puede suponer un cambio radical en el mapa energético español. Y es bueno que haya mantenido la agenda, porque lo contrario hubiera puesto demasiadas cosas en cuestión, empezando por el talante y la capacidad del propio Rajoy para fajarse en situaciones difíciles.
Digamos enseguida que Mariano Rajoy respondió a las expectativas. Un discurso propio del político que aspira a presidir el Gobierno de la nación. Un discurso de hombre de Estado. En la peculiar y delicada situación por la que atraviesan las relaciones entre Cataluña y España, por culpa de las ensoñaciones de una reducida elite política empeñada en conducir a la mayoría al borde de la secesión, la voz de Rajoy sonó respetuosa y al mismo tiempo franca, rotunda, contundente.
Les ahorraré cualquier referencia al tema de moda, la famosa OPA, asunto tratado en profundidad en otras secciones de este diario. Me interesan dos párrafos de los leídos ayer por el líder del PP que hacen referencia al proyecto de Estatuto para Cataluña: “Debajo del envoltorio que representa la defensa de unos principios identitarios y soberanistas, se oculta la cruda realidad: el afán de los grupos políticos que lo impulsan por controlarlo todo, por intervenir y mandar en todos los aspectos de la vida económica, social y cultura de Cataluña (...) De lo que se trata, por tanto, es de incrementar la influencia y el poder de algunos grupos político sobre el conjunto de la sociedad, de multiplicar los límites y las condiciones para el ejercicio de la libertad en cualquier campo de la actividad humana”.
Porque, al final del camino, de eso va la cosa en la Cataluña del Tripartito: de un problema de libertades. De la eterna lucha por la libertad frente a los excesos del poder. Un texto para leer y digerir con pausa, un aldabonazo a esa sociedad civil catalana que tanto ha alardeado de seny a lo largo de la historia y ahora parece haber entregado la cuchara, resignada a sucumbir bajo las botas de estos sembradores de odios y pobreza. “O la sociedad civil se moviliza y reclama su verdadero protagonismo, o la política acabará adueñándose y controlando todos los ámbitos de la vida social y económica catalana”. ¿Despertará la Cataluña viva, dinámica y creadora de las pesadillas de sus Carods?



| La degradación del Parlamento |


@ Eugenio Nasarre (www.abc.es)


Zapatero ya dispone del hemiciclo del Congreso adaptado a su visión de la democracia.
Cuando aparezca en la Cámara y se siente en su escaño podrá exhibir, con razón, la mejor de sus sonrisas. Probablemente dirigirá una mirada agradecida al presidente del Congreso, como diciendo: «Has hecho una buena obra».
El presidente del Congreso, en efecto, se ha esmerado. Ha puesto patas arriba la parte noble del Palacio del Congreso durante todo el verano, para poder estrenar un flamante hemiciclo apropiado a la era democrática de Zapatero. Claro está, la obra ha costado la friolera de más de mil millones de las antiguas pesetas. Pero merecía la pena. Porque, a la postre, quienes consideramos tal obra un despilfarro intolerable y, por ello, estamos indignados, no somos más que unos trasnochados, anclados en la clásica democracia parlamentaria, y, por ello, queremos que el Parlamento siga siendo, ni más ni menos, lo que hasta ahora ha sido y ha significado: el templo de la palabra y del diálogo político racional.
La transformación de la Cámara incluye dos novedades. Cada una tiene su significado y la combinación de ambas produce un nuevo escenario, que supone una degradación de la vida parlamentaria.
La primera es la instalación de ordenadores en los pupitres de los diputados. La lógica conduce a pensar que, si se instalan, no es como mero adorno sino para ser utilizados durante las sesiones. Hasta ahora los diputados disponíamos en nuestros despachos de un ordenador, con el que podíamos trabajar. Cuando nos concernía o nos interesaba un debate, acudíamos al hemiciclo para escuchar a los oradores y participar, de uno u otro modo, en él (con nuestras intervenciones, nuestro silencio, nuestros murmullos o incluso nuestras exclamaciones que, con la pulcritud de la luz y taquígrafos aparecen recogidas en el Diario de Sesiones).
Ahora, el hemiciclo podrá convertirse (en el mejor de los casos) en una gran sala de trabajo, en la que muchos están a lo suyo y unos cuantos extravagantes peroran sucesivamente desde la tribuna. En el fondo, se trata de una concepción de los debates como monólogos no dirigidos a la Cámara sino... a las cámaras, es decir, a las televisiones. Quien ha concebido esta transformación del hemiciclo, desde luego, tiene muy poco aprecio a la democracia parlamentaria. Acaso la considera una antigualla.
Pero la segunda novedad es más grave que la primera y da pleno sentido a todo el cambio. Consiste en la instalación de dos pantallas gigantes en el frontispicio del hemiciclo, al lado de dos venerables cuadros históricos, para poder seguir televisivamente lo que sucede durante las sesiones. Quien conoce el abc de lo que es la televisión sabe que es imposible hacer una retransmisión absolutamente imparcial y objetiva. La retransmisión es el relato televisivo de un acontecimiento desde un punto de vista, desde una perspectiva. Siempre tiene algo subjetivo. El realizador tiene que decidir cuándo ofrece un primer plano (el presidente del Gobierno sonriendo, por ejemplo, o el sr. Marín recriminando a un diputado díscolo) o cuándo ofrece un plano general. Él decide (no puede actuar de otro modo) qué es aquello que considera más interesante entre lo que está sucediendo en el hemiciclo.
Los efectos de la instalación de estas pantallas gigantes en el hemiciclo son perversos para la vida parlamentaria. El debate se convierte en un espectáculo televisivo. Es algo así como estar en «Gran Hermano». El propio diputado, al seguir, sentado en su escaño, el debate a través de la gran pantalla, ya no está en un lugar físico determinado (un hemiciclo) en el que percibe a sus colegas en su dimensión natural, tal como son, a la distancia real desde la posición en la que los ve, sino que los contempla transfigurados en imágenes, con unos planos cortos en los que el rostro queda agigantado, y cualquier detalle queda perfectamente reflejado. La sonrisa de Zapatero, por ejemplo, deviene algo inmenso y hasta sobrecogedor. La Cámara se convierte, así, en algo virtual.
Mas hay algo que está detrás de este nuevo espectáculo. Y es el triunfo del realizador al que se le concede el poder de dirigir los debates de la Cámara, porque él es el que determina lo que tiene que aparecer en la pantalla. No tengo la menor duda de que este nuevo poder reduce mi libertad, aunque no sea consciente de ello. Porque me está indicando en quién debo fijarme, en qué debo centrar mi atención. Es más: me facilita esta tarea y hace que, siguiendo la sesión a través de la gran pantalla, esté más confortable, porque estoy realizando un menor esfuerzo.
No nos engañemos. Que nuestros ciudadanos no se engañen. Estos cambios en la vida parlamentaria no son inocentes. Prefiguran una degradada democracia mediática, hacia la que suavemente se nos quiere conducir, en la que lo real es sustituido por lo virtual. Yo sé que, si me someto a lo que me indica este cambio, ejerceré mis tareas parlamentarias con menos libertad.
Por ello he decidido no abrir nunca el ordenador de mi pupitre. El mío, al menos, va a ser un total despilfarro. Pero evitar la pantalla gigante es algo más difícil. Necesitaría ponerme una venda en los ojos. Por eso pido, en defensa de mi libertad y la de mis electores, así como de la democracia parlamentaria, que las dos grandes pantallas sean retiradas inmediatamente.


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| Patriotas |


@ Javier Neira (www.lanuevaespana.es)


Como si se tratase de España donde, sea en «Operación Triunfo» o en «Gran Hermano», el que gana llora desesperado y el que pierde da saltos de alegría -vaya escuelas de hipocresía hemos montado- Merkel tenía ayer cara de funeral y Schroeder, de felicidad extrema.
Pero Berlín no es Barcelona así que no veo al tripartito social-comunista-verde gobernando más allá del Rhin como aquí al este del Segre. Y lanzando opas con las cartas marcadas. Y firmando un autógrafo en el pecho de una admiradora como anteayer Maragall.
No habrá tripartito hiperrojiverde ni parece probable el tripartido de centro izquierda -liberales, socialistas y verdes- o el de centro derecha -cristianos, liberales y verdes- así que o gobierna la desolada Merkel con los liberales y, claro, en minoría -no le doy ni un año de vida- o se crea la grosse koalition de cristianodemócratas y socialdemócratas.
A fin de cuentas son los dos partidos que creó Einsenhower con sus tanques sobre siglas ya muertas: tal fue el sistema político que sabiamente propiciaron los EE UU en Europa después de liberarla, salvo en el Reino Unido, que nunca dejó de ser libre. O lo que estableció aquí, más de medio siglo antes, Cánovas.
Schroeder rebaja impuestos, rebaja sueldos, rebaja vacaciones, rebaja prestaciones sociales ¡y es el líder de la izquierda!
Si la izquierda es así, ¿por qué no se coaliga con la derecha y forman un Gobierno para sacar adelante a Alemania que falta les hace?
ZP ha dicho que en Alemania la derecha había fracasado. Siempre profundo y equilibrado. Hombre, esos términos valen para el dirigente unidimensional de una agrupación local en un mitin entre amigos. Pero en un presidente de Gobierno recuerda al saludo negado a la bandera de EE UU.
Sospecho que los socialistas alemanes no padecen el enfermizo sectarismo de sus homónimos de aquí. Y, encima, me parece que son profundamente patriotas: no van a trocear Alemania -ni social ni territorialmente-, sino a unirla aún más.

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